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Mi vida es un mirador,
todo hecho de cristales,
me separan de la gente,
y solo puedo mirarles.
Oigo sus gritos, sus juegos,
sus risas, sus veleidades.
Más no puedo reír con ellos,
¡me separan los cristales!
Siempre he mirado la vida,
con deseo, en la ventana,
mi palacio de cristal,
fue cárcel férrea y dorada.
Y sigo viendo la vida,
feliz desde mi atalaya,
sin mezclarme con la gente,
que veo cada mañana.
Sin comprender sus desvíos
sin comprender sus miradas,
y envidiando muchas veces,
sus risas alegres, sanas…
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